Los cambios vertiginosos de
la vida cotidiana, las exigencias del mundo moderno, los adelantos tecnológicos
y la necesidad apremiante de ser más competitivos nos exige desarrollar
competencias fundamentales para la vida, la innovación es una de ellas, una actitud
ineludible que requiere de una preparación constante, de una mente abierta pero
sobre todo de la capacidad de observar, ser empática y vencer el miedo a
cometer errores.
La cultura del liderazgo
transformador exige que todas las personas, sin excepción, estemos dispuestas a
innovar en nuestros espacios de control, en toda área de trabajo, en cualquier
campo del conocimiento la innovación debe ser una constante si es que queremos
mantener un nivel óptimo de competencia. Toda empresa u organización debe ser
capaz de crear ambientes de innovación, despertar el interés de sus equipos
para modelar mejores prácticas de trabajo, desarrollar liderazgos innovadores.
Cada miembro de un equipo
tiene su propio talento, los líderes potencian ese talento para construir una inteligencia colectiva que provoque
beneficios permanentes y generales, más allá de la función y nivel jerárquico
de cada individuo, la contribución a la generación de nuevo conocimiento es hoy
una obligación que no se puede evadir. Conectar
talentos es el reto mayor de un líder innovador.
Reforzar la cultura
organizacional con nuevas prácticas de
trabajo, más participativas, con visión de equipo y de largo alcance.
Mejorar los sistemas de comunicación para construir espacios donde una simple
conversación se convierta en el punto de origen para compartir y generar nuevo conocimiento, transitar
del conocimiento tácito al conocimiento explícito, que la cultura de trabajo
provoque un ambiente de cambio y aprendizaje continuo. Los líderes creando espacios
para aprender y sobre todo desaprender y dar pasos a proceso de trabajo mejor
articulados.
La capacidad de gestión es
el punto de partida de la innovación, construir equipos de trabajo guiados por liderazgos gestores, capaces de
transformar escenarios y modelar nuevos esquemas de trabajo, analizar lo que
sucede en el entorno y entender que nuestro reto es mejorar ese ambiente y
provocar beneficios colectivos. Si somos capaces de provocar beneficios mayores que incluyan a la sociedad en su
conjunto, estaremos respondiendo a la necesidad de liderazgos sociales y
competitivos.
Nunca antes las exigencias
para los líderes habían sido tan ambiciosas, se requieren perfiles que sean
capaces de promover, desarrollar e
incentivar el talento de los equipo de trabajo, que hagan de las acciones
comunes, prácticas de vanguardia no solo para las empresas y quienes en ellas
intervienen sino para la comunidad en general. Líderes cuyas acciones traspasen
la influencia de sus organizaciones para dejar
huella en la comunidad.
Crear, idear, desarrollar,
proponer, experimentar y hasta fracasar para poder innovar, no existe otra
forma de hacerlo más que atreviéndose a cambiar
paradigmas actuales, dar paso a culturas abiertas al diálogo, a la
prospección de escenarios, a la experimentación de modelos diversos hasta
alcanzar el conveniente en cada caso. El reto de la innovación es atreverse a ser mejores, seguro se obtendrán
resultados más revolucionarios.
Hay que ser ambiciosos,
actuar rápido y mantener una mente abierta, es la fórmula de la innovación, no
hay otra manera mejor probada que nos permita consolidar espacios de desarrollo
y crecimiento personal e institucional. La dinámica del mundo moderno exige
profesionales ansiosos por aprender y escalar las barreras de monotonía laboral,
los líderes exitosos responden a las demandas más exigentes y solo los que
asumen su papel de transformadores son los que construyen y consolidan equipos
innovadores y exitosos.
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