Comienzo
relatando un experimento peculiar que realizó el biólogo William Muir:
con el objetivo de mejorar la productividad de sus gallinas, Muir las reunió en
dos grupos, uno de gallinas corrientes y uno formado por súper gallinas,
aquellas que individualmente eran las más productivas. Mientras que pasado un
tiempo en el primer grupo todas las gallinas sobrevivieron y la producción
global aumentó, en el segundo las más productivas lograron el éxito suprimiendo
la productividad del resto, es decir, matándolas. El triste resultado, aunque
parezca extremo, nos puede llevar a pensar en el ámbito laboral o en la vida
cotidiana: se nos ha dicho muchas veces que competir con los demás es el único
modo de avanzar en el camino.
En
mi experiencia, no creo en las
jerarquías ni en las súper estrellas. Soy un convencido que el éxito se logra
seleccionando a las personas brillantes y dándoles los recursos y el poder para
facilitar su cometido. Sin embargo, para sobresalir no es necesario dejar atrás
a los demás sino que podemos sumar talentos para destacar conjuntamente, algo
que puede resultar incluso más motivador y enriquecedor, lograr un escenario de
ganar - ganar.
Podría
citar otra investigación llevada a cabo en el MIT sobre qué es lo que hace que
algunos grupos sean más productivos y exitosos que otros. Lo que resulta muy
interesante de dicho estudio es que los grupos de alto rendimiento no fueron
aquellos con personas que poseían cocientes intelectuales altísimos, ni tampoco
los que poseían la suma más alta del conjunto de cocientes, sino que fueron aquellos
equipos que cumplían tres características: un alto grado de sensibilidad social
mutua medida mediante un test de empatía, el hecho de que nadie dominara y que
todos los miembros participaran por igual y, por último y no por ello menos
significativo, un mayor número de mujeres.
Eso
significa que en los grupos que cuentan con una alta sintonía y sensibilidad
mutua, sus ideas fluyen y prosperan mejor, haciendo que las personas crezcan
tanto a nivel individual como en su relación de equipo. Desarrollar eficacia y
compromiso son las claves para tener equipos de éxito, aunque muchas empresas
tienen todavía la asignatura pendiente de crear un vínculo emocional con el
empleado.
A
veces el problema, es que la gente no se conoce y se concentra tanto en su trabajo
individual que desconoce incluso quien se sienta en la mesa de al lado. Es
necesario invertir tiempo en conocernos unos a otros ya que a la larga
resultará beneficioso y permitirá un aumento de la productividad, porque los
empleados que se sienten a gusto en su entorno laboral rinden más y se muestran
más comprometidos con la empresa.
Todo
lo expuesto da lugar a lo que denominamos capital social, es decir, la
dependencia y la interdependencia que genera confianza. El capital social es lo
que hace fuertes y resistentes a las empresas en momentos difíciles. Las
empresas no tienen ideas, solamente las personas las tienen, así que hay que
centrarse en motivarlas pues son el motor de crecimiento. Y lo que las motiva
son los lazos, la lealtad y la confianza que desarrollan unas con otras. Hay
que redefinir también el liderazgo y formularlo como una actividad en la que se
creen las condiciones para que cada uno pueda brindar lo mejor de sí mismo
junto al resto. Y son los líderes precisamente quienes han de facilitar que se
creen esos vínculos sociales.
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