La
dinámica de las organizaciones y de la vida misma, es rápida y con alta
intensidad, nos exige poder responder casi de manera simultánea a varias
tareas, acciones, decisiones que no pueden esperar, gran parte del tiempo
atendemos asuntos de gran urgencia que luego hacen que dejemos pasar los que
son verdaderamente importantes. Por eso creo que es necesario reflexionar al
respecto y entender que los liderazgos transformadores deben detenerse con
frecuencia a pensar.
Pensar,
es una actividad que debemos programar, ponerla en la agenda de las actividades
cotidianas, crear un clima que favorezca esta tarea para poder tener mejores
resultados. Pensar nos ayuda a hacer mejor las cosas, a crear, a innovar, a
poder resolver conflictos que en lo cotidiano nos agobian y dificultan los
procesos. Pensar es pues, un proceso que requiere toda nuestra atención y
talento para que en verdad nos ayude a mejorar nuestra estrategia de dirección.
Comparto
una anécdota muy común del gran Henry Ford, este personaje que paso a la
historia de la administración moderna como uno de los estrategas más
importantes por su visión de largo plazo y su astucia en el manejo de los
negocios y equipos de trabajo. “Henry Ford contrató a un experto en capital
humano para que revisara el comportamiento de los trabajadores y determinara
cuál de ellos no era productivo, recorrió entonces, toda la planta y analizó el
papel de cada uno de los colaboradores, volvió a la oficina de Ford y le dijo:
he encontrado solo a una persona improductiva, cada que paso cerca de su
espacio de trabajo lo encuentro sentado sin hacer nada. Cuando Ford supo de
quién se trataba, respondió, imposible, a ése hombre le pago por pensar y es
justamente lo que está haciendo, sus propuestas y sugerencias le han
significado ahorros millonarios a la empresa a través de mejorar y hacer más
eficientes los sistemas de trabajo”.
Pensar
es el trabajo más difícil, quizá por eso nos cuesta tanto y hay poca gente que
lo hace con toda conciencia, es mucho más sencillo seguir rutinas, manuales,
procedimientos, que darse a la tarea de buscar mejores mecanismo para resolver
tareas. La creatividad y la innovación son proceso que requieren de detenerse a
pensar y que obligan a los líderes modernos a generar espacios en donde el
pensamiento crítico y reflexivo sea una constante.
Hay
que detenerse un momento ante la dinámica voraz, para pensar, pues es justo en
esos espacios de aparente respiro, en donde surgen chispazos creativos que nos
permiten producir mejor. Un buen líder tiene que caminar con espacio sobrado de
tiempo para poder pensar, responder o reaccionar dejará poco margen para
planear e innovar. La claridad exige distancia, un líder que no da más de sí,
no puede ser un líder transformador. Hay que evitar caer en las rutinas
agobiantes que nos alejan de los intervalos de análisis y reflexión y que nos
condenan a respuestas llenas de sobresaltos y urgencias. Esta es otra de las
cualidades de los líderes que hoy son altamente demandados en las
organizaciones modernas.
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